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Una crisis que se intensifica

Tal como ha sucedido las mujeres se ven desprovistas del acceso relativamente fácil que tenían a los productos forestales. Se trata de un problema que no es simplemente ambiental; refleja la orientación de los actuales programas para el desarrollo hacía las economías de mercado y pone de manifiesto la falta de comprensión del verdadero carácter de las economías domésticas. Al mismo tiempo la introducción de nuevas tecnologías puede arruinar muchas de las empresas forestales en pequeña escala que les proporcionan a las mujeres un mínimo de dinero.

cuatro factores que privan a las mujeres de los recursos forestales que necesitan:

  1. agotamiento de recursos

  2. estructuras familiares en cambio

  3. introducción de nuevas tecnologías

  4. proyectos de desarrollo que no están orientados hacia las mujeres

Las maneras tradicionales en que las mujeres se aprovechan de los recursos forestales se hacen cada vez menos viables. Hay cuatro razones principales para esto cada una de las cuales tiene un impacto cumulativo y negativo sobre el modo de vida de la mujeres campesinas.

  1. En muchas regiones las especies de árbol tradicionales que se pueden utilizar para varios fines escasean conforme se experimentan los efectos de la desertificación y la deforestación. Por ende las mujeres se ven obligadas a caminar más lejos de casa para recoger la leña y los otros productos forestales, lo que representa un elemento adicional en un horario ya sobrecargado.

  2. Conforme los hombres van buscando trabajo en los pueblos y las ciudades las mujeres se ven obligadas a encargarse de lo que hasta ahora ha sido tareas de hombres. A causa de esto las mujeres disponen de menos tiempo para dedicarse al largo trabajo de la recolección y elaboración de productos forestales, por importantes que éstos sean para la economía doméstica.

  3. Las nuevas tecnologías van introduciendo cambios en el uso de la tierra limitando la disponibilidad de los productos secundarios forestales de que las mujeres tradicionalmente se han aprovechado como fuente de ingresos adicionales. Dichas tecnologías muchas veces entran en vigor sin que se les ofrezca a las mujeres otras posibilidades de ganar dinero.

  4. Los proyectos para el desarrollo muchas veces mejoran las condiciones bajo las cuales viven los hombres mientras las mujeres se ven obligadas a cargar con el peso del mismo trabajo, o incluso más que antes.

Los planificadores tienen que tener en cuenta estos cuatro factores si van a ayudar a restablecer el equilibrio entre las necesidades de las mujeres y los recursos forestales y arbóreos que tienen a su disposición. Cada uno de estos factores está íntimamente relacionado con la pobreza y el sexo.

la última hoja—una nepalesa recoge forraje de un árbol casi desnudo

Los efectos del agotamiento de los recursos

Las estadísiticas clásicas sobre el ritmo de la deforestación no tienen mucho significado para la mayoría de las mujeres campesinas. La realidad cotidiana de su vida es que hay que caminar muy lejos para recoger leña y agua. Conforme se va agotando el monte bajo y empeora el medio ambiente, y a medida que un creciente número de personas compiten los unos con los otros por unos recursos que se van agotando, les resulta más y más difícil a las mujeres la recogida de bastante leña dado el tiempo que tienen a su disposición.

Dicha situación les obliga a hacer frente a varias alternativas. La primera la constituye el uso de leña inferior para el fuego de la cocina. Las maderas duras se pueden reemplazar por maderas blandas, y se puede utilizar una leña menos apropiada en calidad y tamaño, lo que puede dificultar y puede alargar la preparación de la comida. También puede conducir a que se introduzcan modificaciones en los métodos de cocinar y cambios consiguientes en el valor nutritivo de los alimentos que se consumen.

La segunda solución—la que se encuentra con más frecuencia—es que no se cocine con tanta regularidad. Donde antes una familia podía contar con dos o hasta tres comidas calientes al día se ve limitada o a una sola o—como ya sucede en algunas regiones de Africa occidental y en muchas zonas andinas—a una cada dos días. A estas alturas, el nivel nutritivo de las comidas que se consumen habrá bajado considerablemente ya que muchos de los alimentos básicos que forman parte de la dieta tradicional de las familias rurales no se pueden digerir con facilidad si no han sido sometidos a una larga preparación. Han de modificarse las dietas tradicionales y consumirse cada vez más alimentos crudos. En la zona del Senegal en que se cultivan cacahuetes, las mujeres se ven obligadas a servir agua mezclado con harina de mijo cruda en vez del grano cocido. En Guatemala muchas familias ya no pueden localizar suficiente leña para la larga preparación de su alimento tradicional que es la judía.

Sierra Leona: el horario de una mujerEl esquema de la izquiera pone de manifiesto la desbordante actividad cotidiana de una mujer de una pequeña aldea de Sierra Leona—y esto en una región donde la escasez no es tan severa como en otras regiones de Africa. Casi todas las actividades mencionadas las llevaba a cabo la mujer mientras vigilaba a sus niños pequeños. Las mujeres de la aldea se quejaban de varios aspectos concretos de su vida diaria:
  • debido a la tala del bosque les resultaba más y más problemático localizar los árboles y arbustos con que contaban;

  • escaseaban las tipos de leña que necesitaban para preparar ciertos platos;

  • resultaba cada vez más difícil la pesca porque el estanque de la aldea se iba obstruyendo con sedimentos;

  • empeoraba la calidad del agua de los arroyos;

  • había demasiados roedores en los campos y huertos, probablemente porque iban desapareciendo los predadores del bosque;

  • el suelo de los jardines ‘se debilitaba’ a fuerza de sobrecultivo, y se necesitaba más tierra para alimentar a la familia;

  • falta de tiempo debido a la necesidad de prestar atención a actividades como la pesca, la horticultura y la recolección; y

  • falta de dinero porque no disponían del tiempo suficiente para ganar incluso pequeñas cantidades de dinero

A la corta los alimentos crudos y el agua sin hervir conduce a un nivel más alto de enfermedades. A la larga se acomodan los métodos de cocinar y los cambios de dieta a las leñas disponibles. Ejemplos de estas estrategias de acomodación incluyen la fermentación de las judías antes de cocerlas, lo cual reduce el tiempo de su preparación, y el reemplazo de alimentos nutritivos que exigen una preparación larga por otros que se pueden preparar más rápidamente pero que son menos nutritivos. Los efectos de estos cambios de dieta sobre la nutrición sólo ahora comienzan a estudiarse.

Muchas veces no se ha hecho caso— incluso en proyectos de desarrollo bien fundados como el que introdujo la semilla de soja en la dieta de Burkina Faso—de factores como el período de preparación. Sin embargo, muchas mujeres se negaron a aceptar la semilla de soja porque exige más tiempo de preparación que los guisantes que tradicionalmente consumen. Por todo el Sahel se prefiere ahora el arroz al mijo porque es de más fácil y más corta preparación. Pero el reemplazo de alimentos tradicionales que se cultivan localmente por alimentos importados ha hecho estragos en muchas economías africanas y en la seguridad del alimento familiar.

Una tercera solución la ofrece el aumento de la leña aprovechando residuos agrícolas tales como pedúnculos de mandioca o estiércol. Cuando se produce una crisis de leña estas materias se convierten en los combustibles principales de la casa. Pero es normalmente más difícil cocinar con ellos que con la leña y siempre requiere la recogida, transporte y uso de una masa muy aumentada de materia bruta. Unos 800 millones de personas cuentan con dichos residuos para al menos una parte de la energía que necesitan, y las consecuencias para la fertilidad de la tierra y la erosión del suelo son graves.

Los desperdicios agrícolas constituyen una fuente importante de fertilizantes que suministran a la tierra no sólo el humus sino también alimentos nutritivos. Si se queman en casa la tierra se ve desprovista de sus efectos fertilizantes y se agota. La falta de humus conduce a la inestabilidad y por consiguiente aumenta la erosión por el viento y las lluvias. La falta de fertilidad obliga a los agricultores a cultivar más tierra para producir la cantidad de productos agrícolas que necesitan sus familias.

fabricando estiércol para combustible en la India; unos 800 millones de personas dependen de residuos agrícolas para satisfacer sus necesidades de energía

La crisis de leña a menudo obliga a las mujeres a comprar al menos una parte de sus combustibles, normalmente de proveedores comerciales. Cuando hacen esto las mujeres pierden control de la suministración de sus combustibles ya que no tienen acceso a los carros, animales y camiones que se exigirían para convertir la recolección de leña de una actividad de subsistencia en una empresa. Lo que es más, ellas ahora tienen un gasto adicional—gasto que ha dado lugar en Africa occidental al refrán “cuesta tanto preparar el arroz como llenar la escudilla”.

El agotamiento de los recursos no sólo afecta la recolección de la leña. En el Níger se ha abierto todo un mercado para la compra de artículos que antes las mujeres recogían por nada del bosque que les rodeaba. En Nepal donde las mujeres tradicionalmente forrajean para su ganadería la escasez de árboles ha hecho esta tarea casi imposible. Cuando hay que abandonar la ganadería por falta de forraje—lo que ha ocurrido en algunas zonas de Burkina Faso y del Malí—otro alimento desaparece de la economía de subsistencia, y otra fuente de ingresos desvanece de la gama de posibilidades a disposición de la mujer campesina.

Ya que las mujeres experimentan de manera tan severa el impacto del agotamiento de los bosques suelen empeñarse en participar en cualesquieras decisiones que estén por tomarse en cuanto a qué nuevas especies de árboles se han de plantar y dónde las hay que localizar. Por ende las mujeres pueden proporcionar una entrada muy importante en la planificación de proyectos.

donde las mujeres son jefes de familia—como aquí en los Andes— tienen que ocuparse tanto de los trabajos de los hombres como de los suyos

Cambios en la estructura familiar

Una razón por la cual las mujeres campesinas trabajan más que nunca es que tienen mayores responsabilidades. Cada vez hay más mujeres que son jefes de familia, o sea jurídicamente o sea simplemente en la práctica. Hay varias razones para esto. Algunas veces han escogido este modo de vida ya que el matrimonio puede encerrar a la mujer dentro de una economía de subsistencia mientras le entrega al hombre un control del dinero contado casi total. Otras veces esta situación es el fruto de la deserción, del divorcio o del abandono. Pero la causa más corriente es la migración. Los hombres suelen estar fuera de casa más frecuentemente y por períodos más largos que en el pasado. Van a buscar trabajo en las ciudades, en las minas, en las plantaciones, o hasta en otros países donde los beneficios son, o parecen ser, mayores. Por consiguiente al menos una tercera parte de todas las familias tienen por jefe a una mujer. Un estudio de 73 países concluyó que el país con la proporción más pequeña de semejantes familias fue Kuwait con una cifra de 10 por ciento. El que alcanzó la proporción más alta fue Panamá con una cifra de 40 por ciento. No obstante, otro estudio que se llevó a cabo en Kenia demostró que 60 por ciento de las familias campesinas o tenían como jefe o estaban dirigidas por una mujer. De hecho, la proporción de familias de las cuales es jefe una mujer, o sea jurídicamente o sea en la práctica, asciende a más de un tercio. En todas estas familias la mujer tiene que ocuparse de lo que antes era trabajo de los hombres. Además se están produciendo otros cambios.

En muchas sociedades las tradiciones que gobiernan la repartición del trabajo son parecidas. Los hombres desmontan, revuelven la tierra, cazan, pescan, y plantan algunos de los cultivos. Las mujeres hacen lo demás—lo que incluye mucho más que el cuido de la familia. En la mayoría de las sociedades son las mujeres quienes plantan, deshierban, cosechan, llevan a casa los cultivos, la leña y el forraje, los almacenan todos y ponen en venta lo que sobra. Pero este repartimiento del trabajo está cambiando.

El repartimiento del trabajo en Africa
(porcentaje del trabajo total en horas)

tradicionalmente, los hombres desmontan, revuelven la tierra, cazan y pescan—y las mujeres hacen todo lo demás. Pero incluso esto está cambiando hoy en dìa

Conforme las economías de mercado van reemplazando las de subsistencia, los hombres tienen cada vez menos que ver con la producción de la alimentación. En términos mundiales, las mujeres hoy producen más del 50 por ciento de todos los alimentos que se cultivan: en Africa producen un 80 por ciento. En algunas regiones gran parte de esta alimentación proviene de los árboles.

Un estudio reciente descubrió que en Suazilandia 59 por ciento de la arada la hacían las mujeres. En algunas regiones el trabajo de las mujeres ha crecido tanto que no lo pueden cumplir sin más ayuda de parte de sus hijas. Hay dos reacciones obvias ante semejante situación: o tener más familia, o llevarse a las hijas de la escuela.

Uno de los mayores problemas que ocasiona este cambio en el repartimiento del trabajo es que las mujeres tienen mayores responsabilidades pero no los derechos que deberían acompañarlas. Muchos hombres pasan tanto tiempo fuera de casa ganando dinero que a veces no vuelven durante años y años. Pero jurídicamente siguen siendo jefes de familia. Sus mujeres no tienen derecho ni a la tierra ni a la ganadería que crían. No pueden hipotecar ni la una ni la otra para comprar las semillas y los fertilizantes que necesitan. Frecuentemente no tienen derecho a modificar el uso de la tierra ni a adoptar los nuevos nuevos métodos de la agrosilvicultura sin el permiso de sus maridos ausentes. Existe por ende la necesidad de algún apoyo institucional para la mujer en su nuevo papel como jefa y administradora de la familia.

La industria de los bidi: explotación de los pobres
El bidi es un pequeño cigarrillo económico hecho a base de hojas del tendú que envuelven una cantidad mínima de tabaco. El cigarrillo está cosido con hilo y luego cocido al horno. Tan sólo en la India unos 2,5 millones de personas estaban empleadas en esta industria a mediados de los años 1970, cifra que probablemente es más alta hoy.
Un 90 por ciento de los productores de bidi son mujeres sin tierras, la mayoría de las cuales trabajan en casa y suelen tener un horario muy largo—típicamente de siete horas al día y 285 días al año. La producción de bidi constituye una de las pocas fuentes de dinero a disposición de estas mujeres ya que requiere nada más que su trabajo.
A pesar de los ingresos que se sacan de la manufactura de bidi, la mayoría de los que trabajan en ella viven en la miseria; ha resultado imposible hacer que se respeten los reglamentos que se han introducido para mejorar las condiciones bajo las que trabajan.
Esta industria abarca no sólo a las que fabrican los cigarrillos sino también a las que recogen las hojas. Más de 350 000 toneladas de hojas se cosechan cada año por aproximadamente 600 000 mujeres y niños. Muchas mujeres cosechan ilícitamente hojas del tendú que venden a traficantes quienes encargan a otros la manufactura de los bidi y obtienen enormes ganancias de la empresa.
Los esfuerzos del servicio forestal del Bihar para excluir a los intermediarios condujeron al derramamiento de la sangre: estallaron motines, algunas oficinas del servicio forestal fueron incendiadas, y hubo varios muertos.
La cosecha del tendú y la fabricación de bidi ofrecen dos ejemplos de empresas en pequeña escala que explotan el bosque y aportan beneficios a millones de mujeres asiáticas. Pero no será fácil mejorar las condiciones bajo las que trabajan dado el carácter no reglamentado de la empresa. La industria bidi ofrece la oportunidad de desarrollar políticas forestales que beneficien a las mujeres campesinas emprobrecidas a fuerza de facilitar mejor acceso a las materias brutas y a los mercados.

Los efectos de las nuevas tecnologías

Las mujeres campesinas forman uno de los últimos grupos sociales en beneficiarse de la modernización y la introducción de nuevas tecnologías, las cuales normalmente van dirigidas a la economía de mercado y no a la economía doméstica. Las nuevas tecnologías agrícolas muchas veces dificultan aun más la vida de las mujeres. Cuando se le ofrece a un hombre jefe de familia crédito para que se compre un cultivador o comparta un tractor agrícola, se pone inmediatamente a cultivar más tierra. Pero su mujer y sus hijas se ven obligadas a desherbar una superficie más grande que antes y la tienen que desherbar mientras él la desmonta. Cuando se introducen nuevos y “mejorados” tipos de árboles que crecen más rápidamente, éstos normalmente rinden un producto destinado a la venta, pero muchas veces sustituyen a aquellos tipos de uso múltiple de los que se aprovechan las mujeres para alimentación y forraje y como fuente de ingresos personales.

La modernización también puede que traiga desventajas para las mujeres incluso en el mismo bosque. En Borneo, país muy rico en árboles, tradicionalmente los hombres y las mujeres han talado y recogido la madera en equipos familiares. Pero, al introducirse las grandes sierras de cadena para incrementar la productividad, las mujeres se vieron excluidas de esa actividad que desempeñaba unas valiosas funciones no sólo fiscales sino también sociales.

Hay que ponderar los efectos que pueda tener la introducción de una nueva tecnología sobre la pobreza y también sobre el papel y los ingresos tanto de los hombres como de las mujeres. Se necesitan urgentemente nuevas tecnologías que vayan dirigidas hacia las necesidades específicas de la mujer. Por exemplo, la mantequilla de Galam es el principal aceite de cocina que se utiliza en muchas regiones semiáridas de Africa. Las mujeres que la elaboran de la pepita del árbol Butyrospermum parkii venden lo que les sobra. Pero dicha elaboración requiere que se caliente y hay que batirla largo rato. Las mujeres han solicitado varias veces tecnologías que les permitiesen fabricarla con menos trabajo y más rapidamente pero éstas todavía están por desarrollarse.

Las que salen perdiendo del desarrollo

En muchas zonas rurales los hombres son quienes ganan cuando se impone un plan de desarrollo y las mujeres quienes pierden. Los expertos en el desarrollo que han preparado esquemas para mejorar el modo de vida de las comunidades aldeanas o para aumentar sus posibilidades de ganar dinero raras veces han analizado las cuestiones de sexo que van implícitas en sus proyectos. Pero estas cuestiones son fundamentales si va a haber un desarrollo rural integrado.

cuando las mujeres ya no pueden pacer su ganaderì en tierra dedicada a la repoblación forestal se ven obligadas a cortar y transportar todo el forraje que requieren sus búfalos

Cuando escasean los recursos de la tierra puede que un plan que tiene por finalidad llevar al máximo la producción de una zona determinada reduzca la de otra. Ya que los artículos que producen las mujeres—y especialmente los que están producidos a base de recursos forestales— raras veces se incluyen en las estadísticas oficiales, no se suelen tener en cuenta. Los cultivos destinados a la venta suelen constituir el foco del desarrollo forestal. Cuando se dedica más tierra a la producción de maderas o de la pasta de madera hay que sacrificar otra cosa—y normalmente se sacrifica aquel monte bajo, que ‘no vale para nada’. Este monte bajo, lejos de no valer para nada, es el que proporciona a las mujeres campesinas no sólo alimentación suplementaria bajo la forma de frutas y nueces sino también medicamentos, forraje, y materias brutas para la casa.

Las maneras en que las mujeres se ven afectadas por los resultados secundarios de los proyectos para el desarrollo son muchas veces sutiles. En el Níger, por ejemplo, un proyecto ‘muy logrado’ dedicado a la creación de un abrigo contra el viento facilitó el cultivo de plantas por entre las filas de los árboles recién plantados. Pero los ingresos de las mujeres disminuyeron como resultado del proyecto, porque habían tardado en darse cuenta de que las mujeres solían criar pequeños rumiantes en las zonas afectadas, lo que se vieron obligadas a abandonar una vez que se les impusiera multas por haber dejado a sus bestias penetrar en la zona recién plantada.

Los proyectos de repoblación forestal también pueden ocasionar desventajas a las mujeres campesinas. Ellas necesitan árboles de uso múltiple que crezcan cerca del recinto doméstico. Los expertos en el desarrollo a menudo introducen plantaciones de un solo tipo de árbol que produzca buena leña o buena madera. Son los hombres quienes cultivan y guardan dichos árboles, y muchas veces venden parte del producto para su propio beneficio, desterrando así a las mujeres quienes antes recogían varios productos forestales de la misma zona y a veces los vendían.

Las nuevas tecnologías, y los proyectos para el desarrollo que las acompañan, muchas veces mejoran las condiciones bajo las cuales viven los hombres mientras las mujeres se ven obligadas a llevar a cabo las mismas tareas, por no decir algunas más.

Mientras que se sigue intensificando la crisis de la mujer y los recursos forestales nos podemos consolar hasta cierto punto con el hecho de que se comienza por fin a hacer frente a ella, como veremos en las páginas que siguen. Dos temas principales destacan. Primero, las mujeres, o a solas o con el apoyo de otras mujeres y de hombres, se han encargado de la lucha por proteger sus derechos y sus recursos (véanse páginas 24–27). Y segundo, los planificadores también han llegado a ser más conscientes de la importancia de las cuestiones de sexo en la eloboración de planes para el desarrollo y, al mismo tiempo, son más conscientes también de la contribución que pueden ofrecer las mujeres dados sus conocimientos íntimos de los recursos forestales (véanse páginas 28–31).


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